Los vehículos con Motor de Combustión Interna (ICE, por sus siglas en inglés) utilizan un motor de combustión interna para generar energía y accionar el sistema de propulsión. Estos motores queman combustible, como gasolina, diésel o gas natural, dentro de una cámara de combustión para producir energía mecánica. La energía mecánica generada por la combustión se utiliza luego para impulsar las ruedas del vehículo a través de un sistema de transmisión. La potencia del motor se transfiere a las ruedas, lo que permite que el vehículo se mueva. Existen diferentes tipos de motores de combustión interna, incluidos los motores de ciclo Otto y Diesel. Los motores de ciclo Otto, comúnmente utilizados en automóviles de gasolina, queman una mezcla de combustible y aire dentro de la cámara de combustión. En cambio, los motores de ciclo Diesel comprimen el aire dentro de la cámara de combustión e inyectan combustible (diesel).
Los vehículos de combustión interna se han utilizado ampliamente durante muchas décadas y siguen siendo una presencia familiar en las carreteras de todo el mundo. Sin embargo, en los últimos años ha aumentado el interés por vehículos más ecológicos y sostenibles, como los eléctricos, debido al impacto medioambiental de los vehículos de combustión interna, que emiten gases nocivos a la atmósfera al quemar combustibles fósiles.